Susan Sontag: Sobre la fotografía.

013.susan_sontag_sobre-la-fotografia_1973 Susan Sontag

On photography. En realidad, imposible de traducir correctamente al español. Sobre fotografía, en fotografía, tratado de fotografía… una mezcla de todos esos significados. Porque si hay algo sobre lo que pensó y escribió Sontag con amor, pasión y acierto fue sobre Fotografía. Se trata de una Sontag oculta, o al menos del pasado, pues este libro recoge seis ensayos publicados entre 1973 y 1977, que tratan la fotografía como arte, desde múltiples facetas y aspectos, que apenas se cita actualmente.

Y es que es en realidad un fenómeno extraño, esto de la fotografía. No nos damos cuenta del hecho fotográfico porque estamos inmersos en él, es imposible considerar nuestra sociedad moderna sin la fotografía, en todas y cada una de las acepciones. Como muestra Sontag, los pioneros de la fotografía fueron los que ya plantearon las cuestiones que todavía nos obsesionan a los fotógrafos, cuestiones siempre duales, encerradas en la continua disyuntiva de arte o técnica, blanco y negro o color, belleza o fealdad, realidad o imaginación.

Hemos aprendido que lo que aparece en fotografía es real y más fácil de creer, pero también sabemos lo fácil que es trucar una fotografía, y no sólo en el laboratorio. Un simple encuadre, la elección de incluir y excluir ciertos sujetos y objetos mediante el visor, el efecto de elegir una distancia focal y un diafragma determinados, dan al fotógrafo el inmenso poder de narrar una realidad, de deformar un evento pero de la forma más elegante posible, contando sólo la parte que interesa a sus propósitos. Así, corrientes de fotógrafos documentalistas han intentado, sin conseguirlo, no influir en los sujetos de sus imágenes, cuando en realidad el hecho de decidir tomar una imagen es una elección por la subjetividad y la parcialidad.

Otra escuela de fotógrafos cree en la imagen pura, tal y como es, tomada de la naturaleza y mostrando la máxima expresión de la belleza. Pero a la vez, con la fotografía descubrimos que la belleza reside en lo más cotidiano y simple, incluso en lo más horrendo y apocalíptico. La fotografía demuestra a la pintura que cualquier cosa puede ser fotografiada, que un elemento artístico puede ser cualquier cosa. Y apreciamos la belleza de una escena callejera cotidiana, la simpleza de una hoja caída, pero también el poder de la imagen como herramienta de revulsión social. La guerra, a la opresión, la dictadura, se enfrentan a cientos, miles de fotografías de denuncia, transformando así el fotoperiodismo en un poder más de la prensa. Muchos fotógrafos de modas fueron amantes de la fotografía social más despiadada, la que muestra la mayor crueldad del hombre. Y sorprendentemente, lo encontraron natural.

Es difícil encontrar en el libro la opinión definitiva de Sontag sobre los fotógrafos, a los que a veces considera depredadores o vampiros del espíritu de las cosas fotografiadas (como temía Balzac), y otras como reporteros de la crudeza de la especie humana consigo misma, y de la validez social del documento fotográfico. Posteriormente, Sontag asegura que la sociedad ya está «vacunada» contra la fotografía social, y que una guerra o una muerte más en el papel no afectará en lo más mínimo la conciencia. De hecho, parece que critica la pasividad del fotógrafo ante la imagen tomada, como si fuera responsable de las vicisitudes o desgracias capturadas en la máquina.

Las reflexiones de Sontag son, a veces, meditaciones sobre el plan fotográfico de fotógrafos tan dispares como Diane Arbus y Ansel Adams, y reflejan de nuevo la dualidad de la fotografía. Mis conocimientos de la historia del arte no son tan profundos para coincidir en su opinión de que la fotografía liberó a la pintura del deber de la reproducción de la realidad, abriendo el paso al impresionismo. Pero no puedo estar de acuerdo en su afirmación sobre el éxito de la fotografía amateur. Según Sontag, los fotógrafos aficionados provienen principalmente de países industrializados, donde el trabajo es una fuerte disciplina. Utilizan la fotografía como un trabajo que realizar durante las vacaciones. Así, los japoneses, americanos y alemanes pueden emplear su tiempo libre en hacer algo supuestamente útil. Sontag no cae en que un equipo fotográfico es normalmente caro, y que estos países son precisamente los más ricos del mundo. Tampoco aprecia Sontag una coincidencia entre esos aficionados y la localización de las principales empresas de material fotográfico.

No creo que la obsesión del hombre común por la fotografía provenga de ninguna alineación o molde previsto por sociedades industriales. Captar imágenes es captar recuerdos, detener el tiempo, alejar la vejez. Podemos volver a nuestra niñez, rejuvenecer unas decenas de años revisando unas cuantas viejas fotografías. Sontag se equivoca en la motivación principal del aficionado, aunque acierte, en parte, en considerar absurda la obligación de fotografiarlo todo que tienen algunos aficionados.

Sontag sí contrasta, y medita acertadamente, la forma de pensar de grandes fotógrafos, sobre todo americanos, y nos muestra que cada uno de ellos tomaba imágenes de una forma distinta, con intenciones a veces contrapuestas, entrando de nuevo en la dualidad que invade todo el libro. También analiza las extrañas relaciones entre el surrealismo, el menos realista de los movimientos artísticos, con la fotografía, el arte más realista, indicando cómo ambos, sin apenas intentarlo, removieron la consideración de arte y de pieza artística. El último ensayo contiene una disquisición sobre la disposición a la fotografía del pueblo chino que considero totalmente parcial y trasnochada, aunque quizá me equivoque.

Éste último artículo data de 1977. Aunque menciona la presencia del vídeo como soporte electrónico de imágenes, no conozco la opinión que tendría sobre el fenómeno de la fotografía digital, que ha supuesto un abaratamiento considerable del material fotográfico y un acceso rápido y sencillo a la imagen tomada: el ordenador. Pero en este mundo de la fotografía digital, que ha arrinconado a la fotografía química tradicional a unos cuantos románticos y artistas, siguen perdurando las cuestiones duales que Sontag pone de manifiesto en sus artículos. Porque la fotografía no está apresada por la técnica, a pesar de ser el único arte que necesita una máquina para su existencia. Eso sí, se añade una disyuntiva más: ¿digital o analógico?

Esta popularización de la cámara, que aparece incorporada a nuestra vida en multitud de aparatos electrónicos, ha empujado a la fotografía a nuevos retos y concepciones, a nuevas ideas y pensamientos. Si cualquiera puede ser un fotógrafo hoy en día, cualquiera puede ser un artista; y hacer visible ese arte a todo el mundo es tan sencillo como publicar las fotografías en internet. Actualmente, cualquiera con un equipo fotográfico medio puede convertirse en profesional a través de las agencias de microstock: páginas web donde se vende imágenes a través del mundo. Lamentablemente, ya no tenemos a Sontag entre nosotros para pensar ácidamente sobre ello.

A pesar de la gran repercusión que tuvo en el momento de su publicación, se ha acusado el libro de anticuado, a Sontag de no ser fotógrafa y por ello no conocer a fondo el problema, y a los ensayos ejercicios literarios más que críticas artísticas. Apenas se citan estos ensayos en los libros modernos de crítica fotográfica. Sin embargo, creo que el libro consiste en una poderosa aproximación, parcial y desbalanceada pero tenaz, a la reflexión sobre el hecho fotográfico como conjunto.

Sontag, también atrapada en su dualidad sexual, estuvo unida sentimentalmente a la famosa fotógrafa Annie Lebovitz, relación apenas reconocida y sólo tardíamente proclamada. Su obsesión por la fotografía, por todas las fotografías, pudo también hacerla cambiar de opinión sobre la crueldad del fotógrafo. En su último libro publicado en vida, Regarding the Pain of Others (2004), habla de la fotografía de guerra y parece refutar sus opiniones sobre la incapacidad de emocionar de la crueldad fotografiada. Otro extraño juego de palabras; considerando el dolor de otros, mirando el dolor de otros…

Sobre la fotografía. Susan Sontag. Alfaguara.

 

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