Triste, solitario y final. Osvaldo Soriano

Triste, solitario y final. Osvaldo Soriano

Si comienzo diciendo que esta historia se escribió, entre otras cosas, como un homenaje a la novela negra y a continuación prosigo explicando que uno de sus protagonistas es Stan Laurel, el famoso “Flaco” del cine cómico que formó una de las parejas más hilarantes del cine junto a Oliver Hardy, quizá para el lector que no haya oído hablar antes de esta novela le resulte chocante, cuando no estrambótico. Pero nada en esta novela es como uno se espera. Las primeras páginas relatan la llegada en barco a los Estados Unidos de dos actores emigrantes en busca de empleo: Charlie Chaplin y Stan Laurel. Si eso ya nos desorienta sobre la temática, el capítulo siguiente nos saca de dudas porque pronto descubrimos que estamos ante una obra maestra de una comedia que roza, cuando no traspasa, el más puro surrealismo. En este primer capítulo leemos cómo Stan Laurel se presenta en una agencia de detectives ante el mismísimo Philip Marlowe (el famoso detective de Raymond Chandler) y a partir de ahí, asumimos con naturalidad que podemos esperar cualquier cosa. Lo que Laurel quiere que Marlowe investigue es ciertamente peculiar: ya nadie le contrata como actor, y quiere saber por qué. Lógicamente, Marlowe se muestra como esperamos: duro, reticente, burlón, rechaza la propuesta. Pero sucede algo que lo trastoca y es que pocos días después de aquella visita, Stan Laurel muere.

Al enterarse de la noticia, Marlowe acude al entierro, en parte porque lamenta no haber ayudado al viejo actor en decadencia antes de su muerte, que él mismo había presagiado. En el entierro, Marlowe se fija en un hombre que se queda junto a la tumba de Laurel y que le ha traído flores. El tipo en cuestión tiene pinta de extranjero, y cuando Marlowe se dirige a él corrobora esta sospecha. Se trata de un periodista argentino que responde al nombre de Osvaldo Soriano, y ha venido a Los Ángeles para realizar un reportaje sobre el Gordo y el Flaco. Como en una especie de homenaje póstumo, ambos hombres se alían para investigar lo que Laurel deseaba saber: por qué ya nadie le contrataba. De este modo, una serie de delirantes encuentros convertirán el resto del libro en un retrato hilarante de una ciudad de Los Ángeles que parece vuelta del revés. Los protagonistas se ven envueltos en una serie de peripecias que los llevan a colarse en el despacho de Dick Van Dike, en la casa de John Wayne o en el camerino de Charlie Chaplin, que se encuentra en la ciudad para recoger el Oscar honorífico a toda su carrera. Ni que decir tiene, que de todos los encuentros, ambos personajes salen mal parados, dando tumbos por toda la ciudad como una surrealista pareja de cómicos que se ven envueltos en situaciones verdaderamente inverosímiles, en las que se incluyen intentos de asesinato, tiroteos, peleas y persecuciones llenas de gags y dignas del mejor cine cómico, y todo ello con un ritmo narrativo digno de encomio.

Los diálogos son, en buena parte, los que marcan el pulso narrativo y en ellos están perfectamente diferenciadas las personalidades de un detective duro que viene de vuelta de todo y de un ingenuo periodista argentino que jamás habría podido imaginar que su vida iba a volverse tan sumamente complicada por culpa de un viaje aparentemente inocuo. A diferencia del personaje de Chandler, el Marlowe de Soriano es un hombre desgastado al que los años lo han maltratado con dureza. Ya no es el detective resolutivo de antaño; los años lo han vuelto más huraño, más hundido, en definitiva, es un perdedor parodiado desde lo grotesco. El propio Marlowe lo confiesa así en la novela: “Estoy lleno de anécdotas, compañero. Tengo el cuerpo destrozado por ellas.

El título, para los curiosos, proviene de un texto extraído de la famosísima novela El largo adiós, de Chandler, que decía lo siguiente: «Hasta la vista amigo. No le digo adiós. Se lo dije cuando tenía algún significado. Se lo dije cuando era triste, solitario y final«. Todo un homenaje, como apunté al comienzo, a un estilo literario, pero también a una época cinematográfica y a unos artistas por los que Osvaldo Soriano siente la más auténtica y sincera ternura. Hay un momento muy revelador en ese sentido al final de la novela, cuando Marlowe le pregunta a Soriano. “Dígame Soriano: ¿por qué se le dio por meterse con el gordo y el flaco?”. A lo que Soriano responde sencillamente: “Los quiero mucho”. No son necesarias más palabras.

Triste, solitario y final. Osvaldo Soriano. Seix Barral

 

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Acerca de Jaime Molina

Licenciado en Informática por la Universidad de Granada. Autor de las novelas cortas El pianista acompañante (2009, premio Rei en Jaume) y El fantasma de John Wayne (2011, premio Castillo- Puche) y las novelas Lejos del cielo (2011, premio Blasco Ibáñez), Una casa respetable (2013, premio Juan Valera), La Fundación 2.1 (2014), Días para morir en el paraíso (2016) y Camino sin señalizar (2022).

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