2084. El fin del mundo, de Boualem Sansal: la dictadura religiosa

Portada de 2084. El fin del mundo, de Boualem SansalPartiendo de un título que es un claro homenaje a la novela 1984, de George Orwell, Boualem Sansal construye en esta magnífica narración un mundo distópico gobernado por una dictadura religiosa y regido por una sola ley: la del dios Yölah y su representante en la Tierra, Abi. La frase con que arranca 2084. El fin del mundo ya es demoledora:

Puede que la religión haga amar a Dios, pero no hay nada como ella para acabar detestando al ser humano y odiar a la humanidad”.

Toda la trama es una clara alusión a un régimen basado en el fundamentalismo islamista y parte de un hecho terrible: toda la Tierra está dominada por un único orden totalitario que es el que rige las normas del dios Yölah y su Delegado conocido como Abi o Bigaye (otra alusión orwelliana que es un juego de palabras con “big eye”, el gran ojo que todo lo observa). En Abistan, que es como se conoce ese nuevo mundo, no existe ningún tipo de libertad y profesar la fe tiene carácter obligatorio. Todo está controlado por las autoridades religiosas y los individuos como tales están totalmente anulados pasando a formar una sociedad colectiva, sin voluntad y sin ningún tipo de escapatoria hacia un pensamiento diferente, individual. Al igual que en la novela de Orwell, existe un férreo control de todos y cada uno de los aspectos de los habitantes de Abistan. No tienen, como tal, una vida privada. Todo debe ser supervisado, controlado y aprobado por esas crueles autoridades religiosas que conminan a sus fieles a delatar a aquellos vecinos o familiares de los que sospechen que están incumpliendo los preceptos divinos, los animan a asistir a ejecuciones públicas e incluso a tomar parte en ellas.  Para tener un control más férreo, el régimen ha establecido una única lengua como lengua oficial, la conocida como “abilengua”, y que ha sido cuidadosamente diseñada en todos sus aspectos para ser un lenguaje que facilite la sumisión, la obediencia, la imposibilidad de expresar con ella emociones e ideas complejas.

El protagonista de 2084. El fin del mundo es Ati, un joven que, tras pasar un largo periodo de recuperación en un sanatorio, conoce a Koa, con quien traba amistad. Ambos sienten dudas de que la historia oficial que le han inculcado sea del todo cierta. Durante su estancia en el sanatorio el adoctrinamiento de Ati era menos intenso, de modo que, en ese ambiente algo más distendido, Ati termina por enterarse de ciertas noticias y comentarios que en otro entorno hubieran pasado desapercibidos, como las caravanas que ve desfilar cada poco por delante del sanatorio con un rumbo desconocido. Llega un momento en que en Ati se despierta una chispa de curiosidad y con ella llega la rebelión, la necesidad de querer ser un hombre diferente, no dirigido por nadie.

Tanto él como Koa han oído hablar de una frontera que marca el límite de un territorio que es la antítesis de Abistan, donde los hombres y las mujeres no siguen las leyes de Yölah, donde existen multitud de lenguas y una inaudita tolerancia hacia cualquier tipo de pensamiento. Ambos conocen la existencia de un territorio habitado por renegados, un gueto que es continuamente bombardeado por el ejército de Abistán pero sin llegar nunca a aniquilarlo, pues al régimen de Abistan le interesa mantener un estado de guerra perpetuo en el que siempre existan enemigos a los que atacar y castigar. Ati y Koa inician así un viaje en busca de esa frontera mítica que se convierte, ante todo en un viaje para encontrar la verdad. A través de las diversas peripecias de los personajes vamos conociendo a los habitantes de Abistán, sus costumbres, la organización social, la creencia férrea en el único libro existente: el santo Gkabul, donde Abi expresa en versículos la revelación de Yölah. En este libro se mencionan de forma explícita una serie de dictados y consignas que por sí solas explican el terrible régimen de Abistan: “La muerte es la vida”, “La mentira es la virtud”, “La lógica es lo absurdo”. Boualem Sansal concluye todas esas consignas con la declaración de uno de sus personajes que viene a ser, como la primera frase de apertura, el leitmotiv de este libro: “La religión, es sin duda, el remedio que mata”.

Una obra sin duda interesante que nos invita a reflexionar en estos tiempos convulsos planteando un escenario posible que da una vuelta de tuerca más a la polémica novela Sumisión de Houellebecq. De hecho, el propio Houellebecq ha admitido que 2084. El fin del mundo es mucho más transgresora que su novela.

2084. El fin del mundo. Boualem Sansal. Seix Barral

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Acerca de Jaime Molina

Licenciado en Informática por la Universidad de Granada. Autor de las novelas cortas El pianista acompañante (2009, premio Rei en Jaume) y El fantasma de John Wayne (2011, premio Castillo- Puche) y las novelas Lejos del cielo (2011, premio Blasco Ibáñez), Una casa respetable (2013, premio Juan Valera), La Fundación 2.1 (2014), Días para morir en el paraíso (2016) y Camino sin señalizar (2022).

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