De ratones y hombres, de John Steinbeck: el mundo de los desheredados

Guardo siempre en la memoria a John Steinbeck como el primer escritor norteamericano que leí, por recomendación de mi padre. Comencé con una novela corta que se titulaba La perla, un precioso y duro relato sobre uno de los temas más recurrentes de este autor: el mundo de los desheredados. Al igual que La perla, su obra De ratones y hombres es una novela corta, a la que le bastan unas pocas páginas para retratar un mundo que John Steinbeck llegó a conocer muy bien: el de la miseria de la clase trabajadora del campo.

Los años de la Gran Depresión

John Steinbeck vivió durante mucho tiempo en un pequeño pueblo en el que pudo conocer a familias enteras que se ganaban sus miserables jornales trabajando en el campo de sol a sol. Él mismo pasó por graves dificultades económicas en los años posteriores a la Gran Depresión del 29. Sin duda todo ese bagaje le proporcionó material suficiente para componer su obra, que le llegó a valer, aunque con muchas críticas, el Premio Nobel de Literatura. Al hilo de este premio, hay una característica de Steinbeck que me gustaría destacar y que, de cierta forma, aparece reflejada en toda su obra: la humildad. Pese al éxito literario que obtuvo con algunas de sus novelas, en especial con Las uvas de la ira y Al este del Edén, jamás fue un escritor presuntuoso. Preguntado sobre si él se creía merecedor del Premio Nobel, respondió con total sinceridad: “Francamente, no”.

El ideal humanista

En toda la obra de John Steinbeck se muestra de forma muy sutil la ideología del escritor, a quien siempre se ha asociado con la corriente del socialismo humanista. Pero, en contra de lo que pueda parecer a simple vista, sus relatos y novelas no tienen una pretensión panfletaria, si bien es cierto que cumplen con una función de crítica social bastante evidente. Es el caso de De ratones y hombres, una novela que podríamos definir como arquetípica en el patrón literario de este escritor norteamericano.

Como todas las historias de John Steinbeck, De ratones y hombres está narrada con una llaneza apabullante. El argumento es muy sencillo: George y Lennie son dos hombres que viajan juntos por California, recorriendo sucesivas fincas en las que se ofrecen a trabajar a jornales como peones del campo. Hasta ahí todo parece normal, pero pronto entra en juego una variable que lo cambia todo: mientras que George es un hombre más bien pequeño y con un destello de inteligencia en su mirada, Lennie es un hombretón con una fuerza enorme, pero con un déficit mental notable, que se comporta con la ingenuidad de un niño. George es el tipo de hombre que puede ganarse la vida utilizando su maña y su astucia, mientras que Lennie es un ser indefenso, totalmente incapaz de sobrevivir sin la asistencia de alguien.

Y aquí llegamos a unos de los puntos clave que dan valor y fuerza a De ratones y hombres: la compasión. Es evidente que Lennie no supone más que una carga para George. Las continuas torpezas y errores que Lennie comete, sin que tenga un conocimiento real de si está obrando bien o mal, sacan de quicio a George. Sin embargo, este lo tolera y acepta su compañía, pues aunque no los une ninguna relación de parentesco, hizo una promesa a la tía de Lennie de que cuidaría de él. De este modo llegamos a otro punto fundamental en esta historia: la amistad y, más aun, la lealtad.

Dos hombres en busca de trabajo

Lennie es un niño grande al que le gusta acariciar objetos suaves. El pelaje de los animales le fascina y a lo largo de la novela, recogerá ratones (de ahí el título de De ratones y hombres) y hasta un cachorro de perro recién nacido, con los que se deleitará acariciando. George y Lennie llegan a un rancho en el que debían haberse presentado un día antes para trabajar de braceros. Allí conocerán al resto de la cuadrilla: por un lado está Candy, un viejo manco que realiza tareas de limpieza, pues su estado físico le impide hacer otra cosa, que tiene por mascota a un perro enfermo; otro de los empleados es un peón negro que, como resultaba habitual en la época en que se desarrolla esta historia, vive apartado y marginado del resto de la cuadrilla; el patrón de la finca y, sobre todo, muy relevantes en esta historia serán Curley, el hijo del patrón, y su esposa. Pronto descubriremos que Curley es un tipo violento, desagradable y maltratador. Trata de mantener a su esposa encerrada en el rancho, pues siente unos celos enfermizos que le hacen creer que flirtea con sus empleados, aunque sean todos viejos, rudos y poco atractivos.

Pero pese a que ella solo busca un poco de conversación para salvar el aburrimiento, George comprende desde el primer instante de que deben mantenerse apartado de ella pues solo puede traer problemas, y así se lo trata de inculcar a su amigo Lennie. Mientras están trabajando, George comienza a soñar despierto con lo que podría llegar a hacer si algún día consiguiese ahorrar lo suficiente. Su sueño es tener una finca de propiedad donde él mismo pueda cultivar y tener algo de ganado. Esa fantasía es alimentada por Candy, el viejo manco, que le ofrece el dinero que tiene ahorrado a cambio de que le deje vivir en ese idílico rancho que podrían tener -como sueñan- muy pronto.

Pero como todos los sueños, este se verá truncado por una serie de circunstancias que empujarán a sus protagonistas hacia una huida sin fin y hacia un desenlace, como no podría ser de otra forma tratándose de una novela de John Steinbeck, inevitablemente dramático. El mundo de los desventurados, de los desheredados aparece retratado en De ratones y de hombres con una sencillez asombrosa, casi con desapasionamiento. La soledad de todos los personajes, aunque formen parte de una cuadrilla, nos lleva a revivir lo que tuvo que ser un mundo hostil, sin piedad para aquellos que viven al margen.

John Steinbeck nos muestra un mundo cruel donde se deja entrever sin que apenas se note, como en otras de sus obras, una crítica al capitalismo. Ese ideal de un cierto humanismo está muy presente en De ratones y de hombres. Sin embargo, pese a la crueldad, a la rudeza, hay un mensaje de fondo en toda la obra de John Steinbeck que nos transmite un cierto hálito de esperanza, un mensaje positivo incluso cuando el final sea dramático y es que John Steinbeck, al igual que Camus, tenía fe en la humanidad. Y eso es algo que se nota en el pulso narrativo que el autor transmite con su prosa sencilla, directa, sin adornos, mediante una historia que, como muchas de las suyas, tiene la capacidad de conmover al lector.

De ratones y hombres. John Steinbeck. Edhasa

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Acerca de Jaime Molina

Licenciado en Informática por la Universidad de Granada. Autor de las novelas cortas El pianista acompañante (2009, premio Rei en Jaume) y El fantasma de John Wayne (2011, premio Castillo- Puche) y las novelas Lejos del cielo (2011, premio Blasco Ibáñez), Una casa respetable (2013, premio Juan Valera), La Fundación 2.1 (2014), Días para morir en el paraíso (2016) y Camino sin señalizar (2022).

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