El cuento de la criada, de Margaret Atwood: la posibilidad de la distopía

Portada de El cuento de la criada, de Margaret Atwood

Como me ha pasado con muchos autores, comencé a interesarme y a descubrir la obra de Margaret Atwood a través de recomendaciones. En el caso de esta novelista canadiense, las primeras referencias que tuve de ella fueron tras la concesión del Premio Príncipe de Asturias en 2008 y también a través de algunos artículos elogiosos de Antonio Muñoz Molina. A raíz de eso, comencé a leer algunos de sus relatos cortos y, finalmente su obra más conocida: El cuento de la criada. Me resulta curioso, sin embargo, que esta obra haya acabado siendo más conocida por la serie televisiva que por la obra literaria en sí misma, cuando esta es claramente superior. De hecho, aunque esto es una opinión muy personal, creo que la serie de televisión se hace monótona porque estira innecesariamente la trama de la novela, girando en espiral y volviendo una y otra vez a los mismos puntos narrativos lo que, al menos a mí, ha terminado por aburrirme.

El cuento de la criada se publicó en el año 1985, y está catalogada como una obra de ciencia-ficción o como una distopía futurista. Dentro de este subgénero creo que hay que destacar, por encima de los géneros y las catalogaciones, la calidad literaria que le imprime Margaret Atwood, que coloca esta novela a la altura de clásicos como Un mundo feliz, de Aldous Huxley o 1984, de George Orwell.

Margaret Atwood nos muestra en esta novela una visión de un hipotético mundo futuro que consigue aterrar y sobrecoger al lector. En El cuento de la criada la autora imagina una vida futura bastante similar a la contemporánea en cuanto a lo que se refiere a evolución tecnológica. Lo que hace diferente al mundo, en especial a los Estados Unidos, es una realidad terrible que ha hecho transformar la sociedad en un mundo dominado totalmente por los hombres y en el que las mujeres carecen de derechos y son tratadas como auténticas esclavas sumisas. Todo comienza tras una serie de atentados de terroristas islamistas, que sirven como excusa para que un grupo de políticos radicales ultraconservadores tomen el poder en los Estados Unidos que, tras el golpe de estado, son rebautizados como República de Gilead, nombre que hace referencia al lugar mítico de Galaad que aparece en el Antiguo Testamento.

Con el extremismo religioso del Antiguo Testamento por bandera, el nuevo gobierno elimina toda una serie de libertades y derechos, como el de prensa o todos los relacionados con las mujeres e impone una especie de teocracia puritana cuya desobediencia e castigada de la forma más terrible. Mediante un desarrollo frío y distante, se normalizan las escenas temibles y brutales, en las que las mujeres son un mero objeto. Utilizadas por el poder llegan incluso a perder el derecho a decidir sobre su cuerpo. Sin duda, esta despersonalización de la mujer es uno de los puntos más fuertes y oscuros de la trama.

La nueva sociedad de Gilead está dividida en castas en donde las mujeres ocupan la parte más baja y han sido despojadas de todos sus derechos. Dentro de ellas, las criadas son, si cabe, el escalón más bajo. En todos los casos, las criadas son mujeres fértiles cuyo único propósito y destino es el de la procreación, es decir, que las criadas son consideradas y tratadas como meros recipientes de las criaturas a las que deben engendrar y que ni siquiera pueden hablar, leer o salir de la casa a menos que sea para realizar las compras. Todas las criadas son llamadas por el nombre del hombre al que pertenecen. De este modo, la protagonista y narradora de El cuento de la criada se llama Defred (Offred en el original), pues su propietario es el comandante Fred. El comandante es el único hombre que puede mantener relaciones sexuales con Defred, y puede violar a la criada una vez al mes, acto al que llaman eufemísticamente “la ceremonia”, para intentar dejarla embarazada y tratar, por este procedimiento aplicado a todas las criadas, de incrementar la tasa de natalidad que ha descendido debido a la contaminación química que ha ocasionado la infertilidad en la mayoría de la población.

Defred nos irá narrando toda la historia a base de recuerdos dispersos que oscilan entre el origen de la república y el presente, reconstruyendo todo ese intervalo de tiempo de forma fragmentaria y siempre con evidente tristeza y resignación. Mediante su testimonio, sabremos que la sociedad está compuesta por Ojos (controladores) y Ángeles (vigilantes), personajes estos con ciertas reminiscencias orwellianas dedicados a espiar y denunciar cualquier comportamiento sospechoso; todos ellos están dirigidos por unos pocos líderes que son los Comandantes. Sometidas a la voluntad de los Comandantes están las Esposas, que reciben la ayuda de las Marthas, que son las mujeres que desempeñan las labores de servicio doméstico. Cada escalón social puede identificarse, además, por el color de sus ropas que se describen como uniformes. El de las Criadas es una especie de hábito de monja de color rojo.

Con un estilo frío y distante, la erosión personal de la protagonista es abrumadora. En una sociedad en la que las mujeres han perdido hasta su nombre (Defred significa de manera literal «que es de Fred»), resulta extremadamente complicado hacernos sentir una conexión con alguien que parece desconectada del mundo. Margaret Atwood lo consigue, de manera áspera y siniestra.

La pérdida de la libertad sexual, personal o laboral por parte de las mujeres ante el radicalismo más extremo genera una historia sarcástica, oscura y fría, que nos obliga a reflexionar sobre la deriva moral, social y personal de nuestra sociedad. El cuento de la criada, publicada hace ya más de 30 años, debería considerarse como un buque insignia de un movimiento feminista que lleva luchando años por una igualdad que, aun hoy en día, no se ha visto alcanzada por igual en todas las partes del mundo. Y lo que plantea es una situación terrible: la fragilidad de un sistema que quiebra de la noche a la mañana y en donde se impone un nuevo régimen que aniquila la libertad. Quien piense que hoy en día esto no puede suceder, le pido que haga un ejercicio de memoria y recuerde lo que pasó hace unos años en Afganistán cuando el régimen teocrático de los talibanes prohibió, por citar algunos ejemplos, trabajar a las mujeres en ciertas profesiones u obligarlas a llevar el ignominioso burka. O, remontándonos algunos años más atrás, cuando el régimen de Homeini en Irán generó una involución social, que llevó a Irán de ser un país moderno y abierto a retrógrado y autarquista.

El cuento de la criada es un magnífico libro, totalmente recomendable, y con una temática terriblemente actual. Una historia que no deja indiferente. Mi recomendación es que lean esta novela, que opten por la lectura antes que por ver la serie, al menos en este caso. Les aseguro que saldrán ganando.

El cuento de la criada. Margaret Atwood. Salamandra.

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Acerca de Jaime Molina

Licenciado en Informática por la Universidad de Granada. Autor de las novelas cortas El pianista acompañante (2009, premio Rei en Jaume) y El fantasma de John Wayne (2011, premio Castillo- Puche) y las novelas Lejos del cielo (2011, premio Blasco Ibáñez), Una casa respetable (2013, premio Juan Valera), La Fundación 2.1 (2014), Días para morir en el paraíso (2016) y Camino sin señalizar (2022).

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