Moravia. Marcelo Luján: la fatalidad del destino

Moravia Marcelo LujánLa emigración es uno de los temas de fondo que se tocan en esta espléndida novela de Marcelo Luján. En todas las épocas ha habido emigraciones y la historia que Luján nos relata en Moravia se compone de un doble exilio. Por un lado tenemos a Juan Kosic un argentino nacido en la Pampa, en el seno de una familia pobre, y que se ve obligado a alejarse de su tierra y su familia tratando de huir de la miseria y en busca de un porvenir incierto que lo llevará al sur de Estados Unidos. Por otra parte, se nos cuenta la historia de los Míclav, una familia noble de origen checo, que se ve obligada a abandonar su país cuando Hitler invadió Bohemia y Moravia.

En Nueva Orleans, Juan Kósic comienza a tocar el bandoneón en un pequeño local y, por un golpe de la fortuna, su carrera como músico ascenderá meteóricamente. La familia Míclav, también compuesta por músicos, conoce a Juan Kósic en Nueva Orleans y de nuevo el destino vuelve a actuar de forma favorable, pues Juan se enamora de Lidia Míclav y, finalmente se casará con ella y tendrá una hija.

Quince años después de su éxodo, con fama y una posición económica bastante favorable. Juan siente la necesidad imperiosa de regresar a Argentina para reencontrarse con su familia, de quien no ha tenido noticias desde su partida y a quienes quiere mostrar con orgullo su estatus económico y, lo que para él es más importante, su reconocimiento como afamado bandoneista. De hecho, lo que mueve a Juan a regresar no es exactamente la añoranza de la tierra que lo vio nacer, de la que solo recuerda la miseria y el retraso. Ni siquiera lo mueve el sentimiento afectivo hacia su madre o su hermana, a quien lleva más de quince años sin ver, sino el puro y simple orgullo, el deseo de mostrar su triunfo, lo que ha llegado a conseguir aun cuando se ha criado en una familia analfabeta, sin recursos, sin futuro.

La novela comienza precisamente con ese punto de partida: Juan es ya un conocido músico y desembarca en el puerto de Buenos Aires con su mujer y su hija pequeña con objeto de iniciar un viaje de regreso a sus orígenes, que no es otra cosa que un fatídico regreso al pasado. El propósito de Juan es sorprender a su familia y no darse a conocer inmediatamente, sino después de haber pasado una noche alojado en la pensión que regenta su madre. Aunque su mujer Lidia no logra comprender ese extraño proceder, acepta a regañadientes la decisión de su marido y, mientras ella y la niña se alojan en un hostal, Juan se dirige a la casa de su madre con la promesa de que a la mañana siguiente volverá a por Lidia y la niña y les presentará a su familia.

Pero el destino es caprichoso y los planes de Juan se torcerán dramáticamente, dando lugar a un desenlace terrible que nos recuerda que no se debe jugar con la identidad. Marcelo Luján escribe esta historia con un lenguaje preciso en el que hace un uso impecable de los flashback para narrarnos los distintos momentos clave en las vidas de cada uno de los personajes principales. La historia está basada en un pasaje de la novela El extranjero, de Albert Camus, en la que Mersault, encerrado en la celda, lee un fragmento de diario en donde se relata una noticia terrible. El pasaje, que el propio Luján recoje al final del libro, es el siguiente:

Entre el jergón y la tabla de la cama había encontrado, en efecto, casi pegado al género, un viejo trozo de periódico, amarillento y transparente. Relataba un hecho policial cuyo comienzo faltaba pero que había debido ocurrir en Checoslovaquia. Un hombre había partido de un pueblo checo para hacer fortuna. Al cabo de veinticinco años había regresado rico, con su mujer y un hijo. La madre y la hermana dirigían un hotel en el pueblo natal. Para sorprenderlas, había dejado a la mujer y al hijo en otro establecimiento y había ido a casa de la madre, que no le había reconocido cuando entró. Por broma se le ocurrió tomar una habitación. Había mostrado el dinero. Durante la noche, la madre y la hermana le habían asesinado a martillazos para robarle y habían arrojado el cuerpo al río. Por la mañana había venido la mujer y, sin saberlo, había revelado la identidad del viajero. La madre se había ahorcado. La hermana se había arrojado a un pozo. Debo de haber leído esta historia miles de veces. Por un lado era inverosímil; por otro, era natural. De todos modos, me parecía que el viajero lo había merecido en parte y que nunca se debe jugar.

Esa anécdota sería llevada al teatro por el propio Camus, en su obra El malentendido. Como en la obra teatral, Moravia se adentra en el juego de las identidades, en ese afán absurdo al pretender adoptar una personalidad que no es la propia y la incapacidad de transmitir un mensaje aparentemente simple que, en el caso de Juan hubiera sido presentarse directamente diciendo: “he vuelto y he venido a compartir mi fortuna con vosotras”. Será esa incomunicación, un elemento por otra parte puramente existencialista, la que haga degenerar una historia que podría haber sido amable y con final feliz en un drama terrible en el que se nos muestra que no existe remedio ni consuelo frente a la fatalidad.

Moravia. Marcelo Luján. El Aleph

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Acerca de Jaime Molina

Licenciado en Informática por la Universidad de Granada. Autor de las novelas cortas El pianista acompañante (2009, premio Rei en Jaume) y El fantasma de John Wayne (2011, premio Castillo- Puche) y las novelas Lejos del cielo (2011, premio Blasco Ibáñez), Una casa respetable (2013, premio Juan Valera), La Fundación 2.1 (2014), Días para morir en el paraíso (2016) y Camino sin señalizar (2022).

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