El extranjero. Albert Camus: Humano, demasiado humano

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Sólo un genio podría conjugar el absurdo de la existencia con la felicidad: ese genio fue Albert Camus (1913-1960) y lo hizo desde su primera novela, El extranjero (L’Étranger, 1942). El libro es breve; el estilo, conciso; la trama, poco viva. Y sin embargo, en esas pocas palabras cortantes y precisas se resume el sentimiento de una época, la que comienza desde la Segunda Guerra Mundial y se extiende hasta nuestros días. Lo irresistible de El extranjero es su pertinaz actualidad, como si el mundo no hubiera cambiado en 70 años. El hombre que expone Camus es el hombre de nuestro tiempo, que carece apenas de momentos señeros, que pasa la existencia sin altibajos, abocado a una muerte que convierte en absurda la propia vida. Si da lo mismo es morir 20 años antes o después, ¿qué significado tiene realmente la existencia? A esta pregunta, Camus responde esperanzado: el objetivo es la búsqueda de la verdad.

En apariencia, la novela presenta una visión nihilista de la vida, pero ese hecho solo corresponde a una parte de la realidad. Viene a decir que nuestras vidas se desarrollan en la más absoluta normalidad, que la respuesta que encontramos ante las vicisitudes que nos ocurren apenas cambian el panorama de nuestra existencia. Por eso, el comienzo de esta maravillosa novela es de una vulgaridad abrumadora: «Hoy ha muerto mamá». Meursault, el protagonista y narrador, escribe esta frase sin el menor asomo de sentimentalidad, como un hecho irrevocable al que hay que enfrentarse sin dudas y sin respuestas aparentes: todo el mundo muere; mueren nuestros padres, moriremos nosotros, morirán nuestros hijos.

Lo que ocurre a partir de ese momento seguirá un desarrollo, si no previsible, sí ajustado a las vivencias de un hombre normal y corriente: va a visitar el asilo donde vivía su madre desde hacía un tiempo, desde que comprendió que nada podía ofrecerle a ella en su casa, con la esperanza de que su madre se encontrara mejor entre personas de su edad. Es cierto que desde hacía meses apenas la visitaba; es cierto también que ni siquiera recuerda la edad de su madre, ni con quién se relacionaba en el asilo. En verdad, apenas sabe sobre su madre en los últimos tiempos, pero la vida es así: hasta los seres queridos pueden sufrir nuestra indiferencia. Hasta que la entierran, Meursault fuma, toma un café con leche con el portero del asilo, conversa con el director, se siente cansado, no llora.

Al día siguiente al entierro se encuentra con una antigua compañera de trabajo: van a ver juntos una película de Fernandel, acrece en ellos el antiguo amor que los unió en su momento; finalmente, pasan la noche juntos. Ella le pregunta días más tarde si la ama y Meursault le dice que no.

La vida sigue transcurriendo con normalidad para el protagonista: trabaja todos los días, se cruza con sus vecinos y uno de ellos, Raymond, le pide un favor: después de pegarle una paliza a su novia, ya que cree que lo está engañando, recibe amenazas del hermano de ésta, un árabe, y quiere vengarse. Le pide a Meursault que le escriba una carta a la novia para atraerla de nuevo a su apartamento y después pegarle una nueva paliza. Meursault accede. Los hechos transcurren tal y como pensaba el vecino, y éste, en agradecimiento, invita a Meursault a pasar unos días en la playa junto a unos amigos.

Un inocente día de playa se convierte en una pesadilla: el árabe los sigue junto a otros hombres; hay una escena en la arena en la que resulta herido el vecino; Meursault se encuentra por azar con una pistola en la mano; utiliza finalmente esa pistola contra el árabe cuando éste lo va a agredir con un cuchillo. No dispara una sola vez, sino que unos segundos después del primer disparo, vuelve a hacer cuatro veces más.

Ante el Tribunal, Meursault se encuentra indefenso. La Justicia sigue un curso bien distinto a la realidad humana: se rige por la lógica, pero la existencia humana no es lógica. Le reprocharán su actitud ante la muerte de su madre; las vivencias junto a su amante, sólo un día después del entierro; la insensibilidad que demuestra a cada momento frente al juez de instrucción, que solo persigue que Meursault se arrepienta de sus pecados. Pero él no siente ningún arrepentimiento aunque se siente culpable desde el principio: ha matado a un hombre, sí, y solo quiere que lo juzguen por esto, pero parece que el juicio no fuera por asesinato, sino por ser Meursault como es.

Esta segunda parte de la novela revela todo el dramatismo de la existencia humana frente a la lógica de las leyes, el individuo frente al sistema. Poco a poco, paso a paso, la lógica se muestra demoledora frente a los sentimientos personales. El hombre como individuo no tiene escapatoria cuando se enfrenta al hombre como organización. Camus podría haber aprovechado la vertiente kafkiana de la situación y, sin embargo, lo que hace es conferirle mayor realismo para que resulte una situación espeluznante.

Meursault no miente: esa es la cuestión principal que aborda la novela. Que haya matado en defensa propia carece de la más mínima importancia. Lo fundamental son los hechos, las evidencias, y él nunca las niega. Es una víctima de la verdad, pero a la vez, es un hombre feliz precisamente por ello. Unos años antes, Camus había comenzado una novela, raíz de ésta, que se llamaba La muerte feliz, que fue el primer título pensado para El extranjero.

Con este nuevo título lo que quiso recalcar Camus fue que un hombre que defiende la verdad, su verdad personal, es un extranjero en la sociedad en la que vive. Existen unas reglas fijas y colectivas que no pueden ser soslayadas, ni siquiera por la verdad. El propio Camus escribió que había intentado representar en su personaje el único Cristo que hoy merecemos. Meursault no quiere entrar en el juego, se niega a mentir. Mentir no es solamente decir lo que no es cierto. Es más, y sobre todo, decir más de lo que es verdadero, y en lo tocante al corazón humano, decir más de lo que uno siente. De alguna manera, Meursault es un héroe de su tiempo, una especie de Héctor que lucha con sus humildes armas a pesar de saber que va a perder.

No obstante, ésta es una de las posibles lecturas que tiene esta novela. A lo largo de las décadas, muchas otras interpretaciones se han hecho del texto, lo que significa que es un relato vivo y actual repleto de facetas que el lector querrá descubrir mientras se interna en estas páginas prodigiosas.

El extranjero. Albert Camus. Alianza Editorial.

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Acerca de José Luis Alvarado

Dijo el sabio griego que nada es comunicable por el arte de la escritura; tras apurar la copa de seca cicuta, su discípulo dilecto lo traicionó y acaso lo perfeccionó transmitiendo por escrito sus irónicos conocimientos.Como antes hiciera Montaigne, pienso que la obra de un autor se prolonga y modifica cada vez que se escribe sobre ella. La memoria, que fue oral y minoritaria, ahora se multiplica con cada palabra que integra y justifica el continuo universo, también llamado la Red.

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